Un día las palabras se cansaron: los hombres las usaban para mentir y calumniar, para injuriarse y maldecirse, o las torcían y desvirtuaban a fin de ocultar sus pensamientos.
Así las palabras se reunieron a deliberar, Tras de que muchas hicieron uso de la palabra llegaron todas a una misma conclusión: desaparecerían. Y dieron su palabra de no prestarse ya a ser herramienta de la maldad humana o de la necedad.
Se fueron, en efecto, aquellas palabras tan numerosas, diversas y sonoras que había antes: nenúfar, demiurgo, lapislázuli, perogrullada, cantilena, áncora, alcahuete, hopalanda, luciferino, náyade, morriña, negus, araucaria, llar...
Tal es la historia. Eso explica por qué ahora tenemos solamente palabras como "guey", "o sea", "no manches" y "ora sí que..."
- Armando Fuentes Aquirre
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