20 de abril de 2011

Alimentarse

Lectura: Hebreos 5:12 - 6:2

... a estas alturas ya deberían ser maestros - Hebreos 5:12 (NVI)

 Los aguiluchos tenían hambre y parecía que mamá y papá los ignoraban. El mayor de los tres decidió solucionar el problema picoteando una ramita, pero, aparentemente, no tenía mucho sabor, porque la dejó en seguida.

 Lo que más me llamó la atención de ese pequeño drama, emitido por una cámara web desde el Jardín Botánico Norfolk, fue que un pescado grande yacía justo detrás de las aves, pero éstas todavía no habían aprendido a alimentarse. Seguían dependiendo de sus padres, que cortaban la comida en trocitos y, después, les daban de comer. No obstante, en pocas semanas, les enseñarían a sus crías a alimentarse sin ayuda; una de sus principales lecciones de supervivencia. Si los aguiluchos no desarrollan esa habilidad, nunca serán capaces de sobrevivir.

 El autor de Hebreos habló de un problema similar en la esfera espiritual. Ciertas personas de la iglesia no estaban madurando espiritualmente; no habían aprendido a distinguir entre el bien y el mal (Hebreos 5:14). Como en el caso del aguilucho, no sabían que diferencia había entre una ramita y un pez. Todavía necesitaban que otras personas les dieran de comer, cuando ya tendrían que haber estado alimentándose, no solo a ellas, sino también a otros (v. 12).

 Mientras que es bueno recibir alimento espiritual de parte de predicadores y maestros, el crecimiento y la supervivencia en la vida cristiana también dependen de saber alimentarnos solos.
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El crecimiento espiritual exige el alimento sólido de la Palabra de Dios

8 de abril de 2011

Plática de "Mensajes Subliminales"

1 de abril de 2011

Una persona buscada

Lectura: Lucas 7:1-10

Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo. - Lucas 7:3

"¿Podrías orar por mi hermana?", preguntó, incómodo, el fornido obrero. Lo miré de manera sospechosa. Hacía unos meses, el bochornoso calor del verano intensificaba las emociones de la atmósfera, antes de una huelga en la planta de ensamblaje donde yo trabajaba en esa época. Los supervisores movían la producción a paso frenético y los miembros del sindicato se resistían. Durante los descansos, los jefes sindicales nos instruían para que redujéramos nuestra actividad. Mi fe y mi idealismo se pusieron en una situación complicada, porque yo creía que lo único que Dios esperaba de mí era el máximo esfuerzo. Inocentemente, traté de explicar mi posición.

Mis compañeros de trabajo reaccionaron con hostilidad, y ese fornido obrero fue el cabecilla. ¿Alguna tarea indeseable?... Allí iba yo, obligado a hacerla. Era el blanco de los chistes más subidos de tono.

Por eso, sospeché de ese pedido de oración. "¿Por qué yo?", pregunté. Su respuesta me sacudió: "Porque ella cancer - dijo con aspereza - y necesito alguien a quien Dios oiga". El rencor desapareció cuando oré por su hermana.

Como en el caso del centurión de Lucas 7, los que atraviesan tormentas en la vida no pierden el tiempo ni andan con rodeos, sino que recurren directamente a aquellos cuya fe consideran real. Debemos ser esa clase de personas. ¿Nuestra vida nos señala como una persona buscada, por estar en contacto con Dios?
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Aún la persona más hostil podría buscar ayuda cuando un ser amado está en peligro